Plumofobia; ser gay sin que se note
- María Huelga
- 16 may 2021
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 21 may 2021
La plumofobia es una discriminación que se ejerce dentro del colectivo LGTBIQ+ rechazando a las personas que no responden a los roles de género establecidos
HUELGA GÓMEZ, María
“¿Enserio? Pues no se te nota. Bueno, no pasa nada, por lo menos tú no eres una de esas locas”. Respuestas como esta fueron las que Raúl Rodriguez recibió a sus 17 años cuando salió del armario para confesar a sus amigos que él era gay, que le gustaban los chicos. Raúl sabe perfectamente a qué se referían sus amigos con el término “las locas”. Raúl sabe que “las locas” eran hombres con pluma. Raúl no quería formar parte de “las locas” para no sentirse discriminado. A Raúl tampoco le podían gustar “las locas”, pues al ser gay, su atracción debía de ir orientada a lo que verdaderamente se definía como hombre. Raúl creía saber que los hombres con pluma no eran hombres.
El diccionario de la Real Academia Española no acoge actualmente entre las definiciones de sus términos el significado de “plumofobia”. Sin embargo, sí lo hace con el concepto “pluma” definiéndolo como: “Afeminamiento en el habla o en los gestos de un varón”. El término pluma ha sido utilizado durante décadas para referirse a aquellos hombres que muestran rasgos femeninos o ademanes exagerados y que escapan de los roles de género establecidos. Partiendo de la definición de la homofobia, el 1 de mayo de 2017 la revista Pareja en Bekia que trata principalmente temas de amor, sexo y divorcios, definía el término plumofobia como: “Aversión hacia la pluma o hacia las personas con pluma”.
Una discriminación dentro del colectivo
La plumofobia es una intolerancia que se produce dentro del colectivo gay afectando a la comunidad desde dentro. Según Andrés Galemiri, psicólogo de Prisma Psicología - centro que trabaja con personas LGTBIQ+ -, “la intolerancia a la pluma por parte de las personas heterosexuales es una homofobia”. No ocurre lo mismo cuando personas homosexuales rechazan a otras con la misma orientación sexual por el hecho de tener lo que comúnmente se conoce como pluma, quienes a su vez, piensan que la pluma puede dañar la imagen del propio colectivo.
“En la década de los 60 empieza a aparecer un ideal gay; es un hombre que según los roles establecidos se comporta como un hombre, con la única diferencia de que le gustan los hombres”, explica Andrés. A mediados de esta década, las personas gays, lesbianas y transexuales comienzan a adquirir una serie de derechos que hasta entonces no tenían. “Cuando ese tipo de ideal gay comienza a recibir sus derechos, se desarrolla la creencia de que los gays con pluma desestabilizarían dichos privilegios” , concluye Galemiri.
Gaizka Villar, trabajador social en el centro Aldarte de Bilbao, menciona la relevancia del sistema binario y heteronormativo de la sociedad para el manifiesto de este rechazo. “Se tiende a clasificar a las personas según una genitalidad a la que se le atribuyen una construcción cultural, unos estereotipos, una forma de expresarse… quien rompe con esos esquemas, es excluido” , explica Villar.
El estudio realizado por Carl Strode de la Mental Health Foundation en el que se encuestaron a 280 personas homosexuales, concluyó que un tercio de la comunidad consideraba que los hombres con pluma o ademanes femeninos dañaban la imagen del colectivo. Además, comparó las opiniones de los mismos para observar cuántos de los encuestados se consideraban personas con o sin pluma. Los datos revelaron que aquellas personas sin pluma habían sufrido un 33% menos de episodios de homofobia que sus compañeros con pluma.
Imposición de gustos
El hecho de que personas pertenecientes al colectivo gay respeten e incluso apoyen a aquellos con pluma sin sentirse atraídos por los mismos - precisamente por su pluma- , es considerado por Gaizka Villar como “cuestión de gustos” siempre que no se falte al respeto: “Tenemos que reparar en el tipo de palabras que se utilizan y cuidar expresiones como las locas para referirnos a estas personas”. Andrés Galemiri añade que “uno no elige de quién se enamora”, alejando este acto de un comportamiento plumófobo. “Si no se convierte en algo identitario, en algo que te defina, no es plumofobia”.
Sin embargo, Raúl Rodriguez, Peio Larrinaga e Iker Mojón no están de acuerdo con tales afirmaciones, pues relacionan esos gustos con lo que los tres llaman “plumofobia interiorizada”. Los chicos confirman que cuando salieron del armario sólo se fijaban en chicos sin pluma. “Se suponía que cómo era gay, me tenían que gustar los hombres” , recuerda Raúl. “Esos hombres tenían que ser varoniles, porque claro, sino, no eran hombres”.
Iker sostiene la idea de que tales gustos se basan en constructos sociales fundamentados en una discriminación que viene marcada por los roles de género. “Puedo no gustarte porque mi físico no te atrae o porque no te gusta mi personalidad, ¿pero por mi pluma? Es una intolerancia”, comenta.
“Cuando te das cuenta de que te gustan los chicos y empiezas a fijarte en ellos, buscas al hombre más masculino posible, es en definitiva la idealización que construimos de hombre”, explica Peio. “Al abrir tu campo de visión te das cuenta de que es una tontería”.
Pero los chicos reconocieron el origen de sus inconscientes rechazos y decidieron corregirlos. Raúl, por ejemplo, estuvo saliendo con un chico Drag Queen con el que dejaba de quedar cuando se travestía. A día de hoy confiesa que es un comportamiento absurdo: “Ahora me parece incluso más atractivo un chico con pluma que alguien intentando ser varonil”.

Tras las pantallas
Uno de los ámbitos en el que más se refleja el rechazo a los hombres con pluma es en aplicaciones para citas como Grindr o Tinder. Grindr es una aplicación destinada exclusivamente a citas entre hombres homosexuales o bisexuales, siendo una de las primeras aplicaciones destinada a homosexuales en lanzarse. A día de hoy es una de las más populares con presencia y disponibilidad en 192 países distintos. En 2017, Grindr alcanzó los 27 millones de usuarios.
El estudio elaborado por Carl Strode y mencionado anteriormente, revelaba que el 57% de los usuarios en Grindr que se definían en sus perfiles como “con pinta de hetero” creían que los hombres con pluma dañaban la imagen del colectivo.
Iker Mojón recuerda conversaciones en la aplicación con otros hombres en las cuales le preguntaban, entre otras cosas, si tenía pluma: “A veces contestaba que sí, otras veces que no sabía, y a veces preguntaba que por qué”. Afirma que cuando una persona te rechaza por tener pluma “jode mucho”, llegando a poner en duda ciertas cuestiones. “Pero depende mucho del momento en el que estés y de tu autoestima. Si estás en un momento de baja autoestima puedes llegar a hacerte preguntas como; ¿realmente lo estoy haciendo bien? ¿Y si dejo de hacer esto? Pero esto eres tú. Y no se puede dejar de ser uno mismo”, explica.
Ellas y la (no) plumofobia
El término “pluma” ha sido utilizado durante décadas para referirse a los hombres afeminados. La palabra “plumofobia” se emplea, por lo tanto, para definir un rechazo entre los hombres homosexuales, pero tal rechazo también existe entre las mujeres pertenecientes al colectivo. “En este caso sería el rechazo a las mujeres que no cumplen con el rol de la feminidad y desarrollan comportamientos asociados a lo masculino” , explica el psicólogo Galemiri.
“No creo que yo cumpla con los roles establecidos en la sociedad”, opina Marta García, “Cuando compro ropa me voy directa a la sección de chicos. No encajo con lo que la sociedad te obliga a ser por el hecho de ser mujer”. La ruptura de esos roles de género ha provocado que Marta reciba diversos comentarios por parte de otras mujeres lesbianas: “Alguna vez me han dicho que ellas son lesbianas y que les gustan las mujeres, no los hombres”.
Marta cree que el orígen de este rechazo está relacionado con la “mala” educación. “Si de pequeños nos hubieran enseñado que hay distintas maneras de amar, y otras mil distintas de ser, no existiría la plumofobia. Hay distintas maneras de todo en la vida”, comenta.
Reivindicar la pluma
“A veces pienso que se nos olvida de dónde venimos” , opina Iker al hablar del rechazo que supone la plumofobia. Ese “de donde venimos” se refiere a los Disturbios de Stonewall del 28 de junio de 1969 en el pub gay Stonewall Inn, ubicado en el barrio neoyorquino de Greenwich Village. Una redada policial inesperada en el pub dio lugar a una serie de manifestaciones y revueltas espontáneas por parte de gays, lesbianas y transexuales que son a día de hoy las bases del Orgullo. Dicha revuelta es considerada como la primera ocasión en la que integrantes del colectivo LGTBIQ+ lucharon contra un sistema que perseguía la homosexualidad.
“El hecho de que yo pueda salir a la calle vestido como me dé la gana es gracias a que una mujer transexual y negra alzó la voz en su día”, explica Iker , “Creo que se nos olvida que el origen es ese, es falta de conocimiento en el colectivo”.
Peio Larrinaga confiesa haber tenido cierta plumofobia al comenzar a fijarse en otros chicos e incluso haber llegado a pensar que los hombres con pluma dañaban al colectivo. Sin embargo, a día de hoy, no opina igual. “Si no hubiera sido por gente con pluma, por transexuales y travestis o por gente negra, no hubiéramos llegado a tener los derechos que tenemos. No ha sido un gay heteronormativo quien ha luchado por nosotros”, explica.
El concepto “pluma” es definido por la Real Academia Española como el “Afeminamiento en el habla o en los gestos de un varón”, pero Peio Larrinaga, Raúl Rodriguez y Gaizka Villar, prefieren definirla de otra manera. “El barroquismo tiende a adornarlo y exagerarlo todo” , comenta Peio, “La pluma es barroquismo”. Para Raúl, la pluma es una forma de expresión, “y por eso me gustaría tener más pluma”, explica. “La pluma es la manera en la que caminas, hablas o te expresas”, opina Gaizka, “Todo el mundo tiene su pluma”.
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